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El dejó 99…

“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?” (Lucas 15:4). Con estas palabras, Jesús introduce una de las más conmovedoras parábolas del evangelio: la historia de la oveja perdida. Más allá de su belleza narrativa, este pasaje encapsula una de las verdades más profundas y reconfortantes de la fe cristiana: la seguridad de nuestra salvación en el amor infalible de nuestro Pastor.

El Buen Pastor que busca y salva La imagen del pastor es central en las Escrituras, representando el cuidado, la guía y la protección de Dios hacia su pueblo. En Juan 10:14-15, Jesús declara: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas”. Este amor sacrificial es el fundamento de nuestra seguridad. No somos salvos por nuestra habilidad de permanecer en el redil, sino por la fidelidad de Aquel que dio su vida para rescatarnos.

La oveja perdida: un retrato de nuestra condición La oveja perdida representa a cada uno de nosotros en nuestra condición natural: extraviados, incapaces de encontrar el camino de regreso por nuestra cuenta y vulnerables a los peligros del mundo. Isaías 53:6 lo dice claramente: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. Esta imagen enfatiza nuestra necesidad desesperada de un Salvador y la profundidad de la gracia divina.

La seguridad de ser encontrados Cuando el pastor encuentra a la oveja, no la reprende ni la abandona por haberse extraviado. En cambio, la coloca sobre sus hombros con alegría y regresa al redil (Lucas 15:5-6). Este acto no solo muestra la ternura de Dios hacia sus hijos, sino también la certeza de que, una vez encontrados, somos guardados por su poder. En Juan 10:28-29, Jesús asegura: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.

El gozo del Pastor y del cielo El regreso de la oveja perdida no solo trae alegría al pastor, sino también al cielo entero. Jesús dice: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7). Esto revela el corazón de Dios: se deleita en salvar a los perdidos. Cada vez que un pecador es llevado al redil, es un recordatorio de la obra redentora de Cristo y del amor eterno que el Padre tiene por su pueblo.

Aplicación: descansar en el cuidado del Pastor Para aquellos que están en Cristo, Lucas 15 es una invitación a descansar en la seguridad de nuestra salvación. Aunque enfrentemos momentos de debilidad o nos desviemos, podemos confiar en que nuestro Buen Pastor nunca dejará de buscarnos y traernos de vuelta a su redil. Su amor no depende de nuestra fidelidad, sino de su promesa eterna: “El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1).

En un mundo lleno de incertidumbre, la parábola de la oveja perdida nos recuerda que estamos seguros en las manos de Aquel que nos amó primero. Que cada vez que reflexionemos sobre este pasaje, podamos experimentar la tranquilidad de saber que, como ovejas de su rebaño, nunca seremos abandonados ni perdidos para siempre.

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